Al ver sus Obras
Las películas de éste Maestro no son fáciles de describir, inicialmente generan una sensación de desasosiego, porque como “malos” espectadores tratamos de comprender cada detalle de la historia, que muy seguramente, a una primera vista nos parecerá descabellada y excéntrica (Porco Rosso, El Viaje de Chihiro, El Castillo Ambulante de Howl) y embarcados en dicho proyecto, corremos el riesgo de no disfrutar la gran belleza artesanal (enormes segmentos de las películas se hacen a mano) que caracteriza sus películas. Las películas de Miyazaki deben ser vistas y luego comprendidas; de esta manera, al dejarse llevar por la amalgama de imágenes y contextos, nos encontramos con una extraña familiaridad que hace innecesaria la comprensión.
El estilo
Es fácil reconocer una película de Miyazaki, su estilo es impecable y perdura en el tiempo, sus obras están impregnadas de un profundo respeto a la cultura panteísta Japonesa y algunas contienen elementos occidentales relacionados con la Europa de la Revolución Industrial, y la clase obrera de la época. Otra cosa que caracteriza a sus historias (debemos tener en cuenta que algunas son adaptaciones del Manga original) es la construcción de los personajes, porque al director no le gustan los absolutos; sus personajes raramente se pueden clasificar como Buenos y Malos, porque todos poseen la ambigüedad humana que ha sido sacrificada en el resto del cine y la animación. En el transcurso de una película es posible ver como un Villano absoluto se convierte en un personaje triste que sólo manifestaba su soledad; los verdaderos Villanos de sus películas son La Guerra y la Ambición.
Hayao Miyazaki nos ha entregado casi treinta años de buen cine, y ahora está pronto a retirarse, tristemente el legado que ha dejado yace únicamente en sus películas; pocos directores han comprendido su particular visión del mundo y los estudios de animación con las actuales políticas expansionistas se dedican a surtir a Occidente con un muy deteriorado animé japonés, lleno de comentarios insensatos y violencia innecesaria (digna de los norteamericanos)… el futuro es incierto y solo podemos esperar que el cine interno japonés recupere sus estribos y belleza.
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